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jueves, 4 de abril de 2013

Panamá


ADIÓS SUDAMÉRICA,
HOLA CENTROAMÉRICA!

PANAMÁ:

Entramos a Panamá en medio de una tormenta. El que nada sabe nada teme, asi es que nos fuimos echados en el suelo del velero, felices por cómo se movía. Mientras, el capitán pasaba un buen susto afuera lidiando con olas que nos hacían parecer un barquito de papel.
El archipiélago de San Blas, nuestro primer destino en Panamá, conserva cierta autonomía. Ahí mandan los kunas -indígenas dueños de las 365 islas que lo componen-. Ellos tienen sus propios tribunales de justicia y les tienen prohibido el paso a la policía antinarcóticos. Algunas de las islas no son más que un pedacito de arena blanca donde echar la toalla y una única palmera.  Nosotros navegamos, buceamos, conocimos marineros de muchos otros barcos y -como todos- comimos langostas por un dólar.

Kuna pescando en San Blas.
No se ve en la foto pero ese fue el primer arco-iris doble que hemos visto. 
Archipiélago de San Blas, Kuna Yala, Panamá.
La foto habla por si sola


No pudimos sacar a Bongalette del puerto de Colón cuando llegamos a Panamá City porque faltaban pocos días para la pascua y los funcionarios del puerto -al parecer- andaban comprando regalos o pidiéndole deseos a Santa Claus. Decidimos esperar en un hostal de gringos mochileros. El Viejito Pascuero no nos defraudó: El 25 de diciembre en la mañana fuimos a escarbar la basura del hostal y encontramos nuestros regalos: un par de zapatillas (casi) nuevas, repelente, libros y películas. God bless América.
El día después de Pascua Santiago partió por segunda vez en bus hacia Colón desde Panam City, esta vez los funcionarios del puerto al fin nos entregaron el auto, una vez en Panama Ciudad al fin estabamos los tres reunidos otra vez para continuar la aventura!. Esa misma noche llegó Carlitos para acompañarnos a recorrer Panamá. Estamos de vuelta en las pistas.
La gracia de Panamá es que lo tiene todo: playas paradisiacas, buena pesca, buen surf, selva, buena fiesta. Y todo cerca porque es un país muy chico. También nos llevamos una sorpresa por la cantidad de chilenos que nos topamos. Tantos, que ya en Bocas del Toro nos sentimos más en Cachagua o Santo Domingo que en Panamá.
A una media hora de Panamá City está Gamboa, una selva espesa donde se esconden perezosos, ratas gigantes, iguanas, cocodrilos, tortugas, manatís. También a media hora -pero en dirección al atlántico- se pueden visitar antiguos fuertes (como Portobello) que más de una vez tuvieron que ser reconstruidos por los ataques de Sir Francis Drake o de Henry Morgan. También en un rato se puede llegar a San Blas.
La ciudad también tiene sus atractivos propios: el centro histórico y el Canal de Panamá, del cual Chile está dentro de los cuatro países que más lo utilizan, alla fuimos con Alejandro Izquierdo y la Vale que andaban de luna de miel, no tuvimos suerte porque no nos tocó ver a ningún barco grande pasar, además, nos lo imaginábamos muchísimo mas grande lo que en en verdad es. Otro dia en el centro salimos con la Caro Quiroga y dos amigas que andaban viajando, fuimos a tomar a la cerveceria Rana Dorada, con sus productos artesanales y sus muestras gratis, de lo mejor de Panama City.

Canal de Panamá

Realmente dudo que un exista un cocodrilo tan amigable como el de la foto.
Panamá City

"Maquina de hacer trensas: Solo introduzca una moneda en la ranura" 

Vista hacia la histórica bahía de Portobello, Panamá. 

Carlitos chupando de su primer coco
Cosecha matinal de cocos en Portobello

Desayuno tropical en Bongalette

Hermanos Urrutia en el pueblo fantasma de Gamboa

Dasyprocta punctata
Agutí Centroamericano

Alrededores del Canal de Panamá

Muestras gratis en la Rana Dorada, Casco Antiguo, Panamá City

Durante nuestra estadía en la ciudad conocimos a Miguel, un viajero. ¿su nacionalidad? Navegante.
Y zarpamos a bordo de su velero, Cataya, rumbo al archipiélago de las Perlas, en el Pacífico. En el camino nos acompañaron delfines, peces voladores, manta rayas saltando y hasta una ballena. Estas islas, a diferencia de San Blas, no suelen ser destino de mochileros. Caminando por su callecitas (diseñadas para carritos de golf) pasan funcionarios de uniforme. Nosotros pensábamos que eran de hoteles. Pero no, ellos trabajaban en las casas privadas de algún gringo o europeo millonario que veranea de vez en cuando aquí. Nos hicimos pasar por potenciales compradores para visitar las casas en venta. Puro lujo.
Lo mejor de las Perlas es la vida que hay bajo el mar, tipo documental de la National Geographic. Y, para nosotros, podemos agregar la compañía de Miguel y las bondades de Cataya, a bordo del cual cocinamos los amberjacks que el mar ofrecía. Una barracuda de nuestro tamaño se libró de nuestras manos, al soltarse del arpón y empezar a atacar. Menos mal Santiago andaba con un buen cuchillo y logró ser el más fuerte, no sin perder la presa ya herida de cuchilladas.

Zarpe hacia el Archipielago de las Perlas, atrás dejamos Ciudad de Panamá


El Capitán, Miguel 

"This is the Chivas life"

Mi primer amberjack, archipielago de las perlas.

Atardecer en el archipiélago de las perlas, el barco central que se ve  es un barco buscador de tesoros, estuvimos un día con quienes trabajaban ahí y nos contaron que habían encontrado un tesoro en los alrededores pero que no podían hablar mucho ya que aun no tenían los permisos para sacarlo.

Archipielago de las perlas

¿Ojos chinos?
Cumpleaños de Santiago a bordo de Cataya en el Archipiélago de las Perlas

Cocinando para su propio cumpleaños una pizza en el yate

Puro Gozar

"No se, no me convencce el tono del agua"
Millonarios en busca de casa en el Archielago

Guiness, archipiélago de la perlas

Archipielago de las perlas, calle apta solo para carritos de Golf
Miguel: "Estoy pensando en llevar este vino"
Carlos: " y este!"
Santiago: "y este!"

Nos despedimos de Ciudad de Panamá, de Miguel (nos vemos en Valdivia pronto!) y sus alrededores y nos fuimos a Santa Catalina, un pueblito tranquilo a orillas del mar (tanto así que la policía no registraba absolutamente nada hace meses). Aquí el mar fue generoso: cuatro langostas y un pargo de más de diez kilos el primer día. Y qué decir de las olas. Son un regalo para los principiantes. Además, Los locales son casi todos pescadores y no faltaron invitaciones a subir a sus botes para ir de pesca o cacería, la mas memorable de todas fue una que logramos sacar de sus cuevas a 4 pargos rojos (red snapper) de mas de 40 kilos cada uno, para el mas grande hizo falta 4 flechas y 3 buzos (Santiago y dos locales) para sacarlo de su escondrijo a 18 metros de profundidad y asi poder llevarlo al bote que rebosaba de pescados, entre los cuales ademas de los gigantescos pargos conseguimos jureles, oji-gordos, gallos y amberjacks.

Bocas del Toro es un destino de esos "imperdibles". Al menos así nos dijo cada chileno que conocía Panamá. Y es lindo, pero nunca para tanto. Las playas de alrededor están muy bien, pero hay que pagar lanchas o toures para ir. Y el pueblo en sí no es muy lindo (Isla Colón), aunque si se puede cruzar a surfear buenas olas caribeñas en lancha por un dolar. Pero ademas de que estaba lleno de chilenos -y de que el trago es gratis hasta las 12- la isla tiene buena onda y lo pasamos súper bien. Es un buen lugar para ir de fiesta. Hay gente de todos lados viviendo aquí que se ha quedado pegada un buen tiempo disfrutando de las bondades del carrete. 

Y no nos fuimos solos de Bocas. Nos acompañaría (por unos días) nuestro amigo Bob. El siguiente destino fue Boquete, un pueblito en las alturas -y por eso mucho más frío- repleto de plantaciones de café. El pueblito es pintoresco y nos tocó la fiesta de las flores, una feria enorme con todo tipo de productos a la venta, juegos de azar y montañas rusas. Visitamos una de las haciendas y pudimos ver el proceso desde la planta de café hasta el rico capuccino en la mesa. Paso a paso. Entre los cafetales nos dimos un refrescante chapuzon en una de las cascadas de la zona.


Congregación anual de jotes, camino a Santa Catalina.



Cayo Zapatilla, Bocas del Toro, Panamá.

Secado de café al sol, Boquete, Panamá.

Boquete, Panamá.


Después de todos los lugares a los que nos ha llevado Bongalette pensamos que era una buena idea dar un tiempo para él. Y así lo hicimos. Pasamos dos días estacionados fuera de un Do It Center (el equivalente al easy o el homecenter) arreglándolo todo y haciendo remodelaciones para hacer un mejor uso del espacio.
Y cuando estuvimos como nuevos, prendimos el motor dirigiéndonos a Costa Rica.



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