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sábado, 24 de noviembre de 2012

Las Guyanas

"LAS TRES GUYANAS"



 

Guayana Francesa

La Europa Americana


Este pedacito de Francia ubicado en Sudamérica ha recibido -y sigue recibiendo- inmigrantes caribeños, asiáticos, europeos y africanos. Es un cruce de continentes, razas y culturas; Un lugar sorpresivamente original. 


Entrando a Guayana Francesa desde Brasil se reventó la rueda del auto en el que íbamos. Sin gata, en un lugar del que nos dijeron "no vayan, qué diablos van a encontrar ahí", nos sentamos a la orilla del camino (una estupenda carretera, para nuestra sorpresa) a esperar ayuda en medio de la selva.  Anochecía y las ranas empezaban a sonar cada vez más fuerte. El primero; un peugeot blanco. Era un francés que antes vivió en París (de lo cual nos enteramos días después porque apenas sabemos pronunciar bonjour). No tenía gata, pero al menos nos prestó un triángulo para poner atrás y nos acompañó hasta resolver el problema. Fuimos  parando una a uno los autos que pasaban cada diez minutos o quizás más, siendo esta la carretera principal (y la única) del territorio. Y, con la amabilidad que caracteriza a este pedacito del trópico, varios de ellos se fueron quedando. Un dominicano, un brasilero, un guayanés, un parisino y nosotros. Español, portugués, francés, sranam tongo (una mezcla de portugués, inglés y holandés), tratando de comunicarse. Sólo un ejemplo de lo que aquí descubriríamos. Bastante alejado a lo que evoca la palabra guayanas.

Porque si es que hay algo por lo que se conoce a la Guayana Francesa es su pasado como colonia penal. Quienes leímos Papillon, o los que vieron la película que se hizo del libro, sabemos algo -no mucho- de este lugar: que recibió a los criminales más peligrosos de toda Francia, desde tiempos de Napoleón hasta pasada la Segunda Guerra Mundial. En total, unos 70 mil.  Sus cárceles fueron famosas por las pésimas  condiciones de vida de los presos. Trabajo forzado, celdas sin techo bajo el sol del trópico, islas-prisiones rodeadas de tiburones y hasta guillotina. "Ahí sólo viven criminales", nos dijeron muchos antes de partir.

Pero, ¿qué es Guayana Francesa hoy? Es el único territorio del continente que no se independizó de sus conquistadores. Es un departamento más de Francia, como París o Córcega del sur , pero está en Sudamérica, en medio de la selva amazónica y con playas del caribe. Es un signo de pregunta para muchos.

Qué es Guayana Francesa es una pregunta dificil de responder, porque es muchas cosas diversas, una combinación de continentes y culturas. Guayana Francesa, recién acabado su horroroso pasado está construyendo una nueva identidad, re-escribiendo su historia.

  Y quienes la escriben son poco más de 200 mil, y vienen de todas partes del mundo. Viven dispersos en pequeños pueblos, en la selva o en su capital, Cayena, que en la práctica es un pequeño pueblo francés rodeado de vegetación impenetrable. Es el lugar más poblado, donde viven unas 50 mil personas, menos de la mitad que La Serena o ni siquiera un cuarto de  Rancagua. Guayana Francesa son unos pocos.

Y según cifras oficiales, el 37 por ciento de esos pocos 200 mil son inmigrantes de Haití, Brasil, Laos, China, Surinam o Guyana (no confundir con Guayana, la francesa); y eso sin contar los ilegales -casi todos en búsqueda de oro o un pasaporte francés-.

En consecuencia, por sus calles se pasean todo tipo de razas, colores y culturas. Sabores y olores conviviendo en paz y armonía. Pero los distintos grupos -africanos, haitianos, brasileros, guyaneses, asiáticos, europeos- van por caminos propios. Y los abuelos de muchos no conocieron Guayana. Aquí, todo y  casi todos son nuevos.

Grupos de jóvenes negros, de mulatos (obviamente brasileros), de orientales o de blancos se ven por todas partes, pero ver sentados en la misma mesa del restoran o en el mismo banco de la plaza a dos personas racialmente diferentes es casi imposible. Tienen, de hecho, sus propios barrios o locales para salir por la noche. Los asiáticos tienen incluso su propio pueblo, a unos 75 kilómetros de Cayena.

Los oriundos de Guayana Francesa, los creoles -de rasgos predominantemente afrodescendientes-, son pocos, menos del 30 por ciento. Sumado a la tremenda cantidad de inmigrantes, hay un número no menor de franceses de la metrópolis (asi le llaman aquí a  la francia de Europa) que vienen aquí por un par de años a ocupar principalmente cargos públicos, ya sea como  doctor, enfermero, profesor, policía, militar o ingeniero en el Centro Espacial Guayanés, desde el que despegan dos tercios de los satélites comerciales del mundo.

Cada año, cientos de europeos viajan a la Guayana buscando mejores oportunidades, consiguiendo trabajos y sueldos mejores que los de su lugar de origen. Lo mismo con todas las demás nacionalidades que están poblando este nuevo territorio que es parte de la Unión Europea y que  tiene el mejor nivel de vida de entre sus vecinos, incluyendo Brasil.

Además de oportunidades, todos buscan llevar una vida más relajada. Porque aquí, en el trópico, el tiempo pasa más lento, las personas caminan con calma y despúes de almuerzo todo cierra sus puertas -hasta el supermercado- porque es la hora de la siesta. Es, también, tan tranquilo que la policía cierra por las noches. LLevar una vida de relajo, estar siempre en verano y tener sueldos más altos son razones más que suficientes para venir aquí.

También lo es la gente, que es más abierta, sonriente y amable. El mozo que te atendió en el restorán seguro va a saludarte si es que te lo topas después en la calle o en un bar. Nosotros, después del incidente con la rueda del auto, fuimos invitados a quedarnos en casa de Guilloume, el primer francés que llegó y nos prestó el triángulo. Y mientras caminábamos por la calle, un auto nos tocó la bocina y paró a saludar. Era el hombre que estaba detrás de nosotros en la fila del banco cuando fuimos a sacar euros. Porque así es Guayana: una convivencia excelente entre todos, solo que sin mezclarse, sin existir mestizaje. Al menos por ahora. Creemos que ya falta poco.

Y qué decir de los indígenas que viven al interior. Del total del territorio, casi el 90 por ciento es selva virgen y está protegido. Ahí viven pequeñas tribus  amerindias, prácticamente sin contacto con el exterior. Para visitarlas es necesario un permiso especial del gobierno. Se le llama aquí 'la zona prohibida'.

Si no se consigue un pase, igual se puede ir al  al Museo des Cultures Guayanaises en Cayena. Aunque la muestra no son más que un par de piezas, sí valen la pena los videos que pasan en una televisión al final del recorrido (hay que pedir que los pasen. Ojo, porque la televisión es chica y pasa desapercibida). Ahí muestran los oficios de disintos grupos, como un grupo que se dedica al cacao u otro que hace increíbles piezas de madera -sillas, pisos, mesas- dedicándole semanas o meses a cada una. Como casi todo en Guayana, los videos sólo están traducidos al francés, pero igual se entiende sólo con las imágenes. Y lo que se ve es que también allá, en la selva, viven distintas tribus diferentes entre sí.

Pero en lo que sí coinciden es en el increíble trabajo de la madera, pintada de todos colores. Los remos que hacen los distintos indígenas para sus piraguas es hoy un adorno casi universal en las casas guayanesas, sea quien sea su dueño. De a poco, y con pequeños detalles, se empiezan a encontrar algunas cosas propias de Guayana Francesa transversales a sus diferentes grupos poblacionales. Algunas luces de esa identidad que se está formando. Aun en pañales. Que todavía sigue recibiendo nuevos inmigrantes.

Una de las primeras oleadas de extranjeros que llegaron despues del fin de las cárceles  fueron los hmong, huyendo de la guerra de Laos y Camboya en los años setenta. Hoy viven en Cacao, un pintoresco pueblo entre colinas, con casitas de madera sobre pilotes y plantaciones de verduras regados por ríos de agua cristalina. El domingo es el día del mercado, donde se pueden comprar bordados y cesteria hmong -la mayoría dibuja militares que recuerdan la guerra- y comer todo tipo de esquisiteses laosianas, entre ellos unas crujientes frituras con toda clase de rellenos o la clásica la sopa de carne, camaron, fideos y sorpresivas verduras (nunca sabes a ciencia cierta qué va a llevar, lo mismo con las frituras). Los hmong manejan con destreza los palitos, con los que se toman la sopa haciéndolo parecer  fácil. Da la impresión de estar mas en el sudeste asiático que en Sudamérica.

Ahí en Cacao está Jean Philippe, casi el único vecino que no es oriental, es francés. Trabaja de artesano e improvisa un escenario con palets en el jardin de su casa y fabrica cerámicas de barro con una habilidad sorprendente mientras bromea con el público. Con las piezas todavía girando empieza con un pincel a pintar y en cinco segundos el diseño está listo. Y Jean Phillipe ya está lleno de barro en las manos, la ropa, hasta el pelo. Trata de entablar una conversación en español, sin muy buen resultado pero sí con mucho empeño. Da risa. Como él, quizás serán más los que en el futuro empiezen a vivir sus vidas compartiendo más con el resto. Pero, por ahora, Guayana Francesa parece ser un puzzle que no ha conseguido ser armado. Todavía falta que encajen sus piezas.

Los hmongs tambien van una o dos veces por semana a vender sus productos al mercado de Cayena. Pero la capital es absolutamente diferente a Cacao. Aqui conviven -al menos en calles y restoranes- los diferentes grupos. Aunque cada quien tiene su barrio, como los europeos, que viven en Remire-Montjoli, a unos diez kilómetros del centro de Cayena, a pasos de la playa.  Cayena es como su gente, una curiosa mezcla: una ciudad de arquitectura europea pero con jardines repletos de mangos, palmeras y maracuya. Una de las ciudades con el mejor nivel de vida de Sudamérica.

Y, lamentablemente para los viajeros, esto se traduce en que es una de las ciudades más caras de Francia -y del continente-, porque todos los productos que venden –salvo las frutas y verduras tropicales- los traen desde la metrópolis. Ir al Carrefour aquí es casi lo mismo que ir en Europa, los mismos productos –gracias al cielo por sus quesos y fiambres-. "Y yo que pensé que se los iban a comer vivos", decía al teléfono una de nuestros amigos, después de contarle que nos sentíamos en París.

En el antiguo puerto de la ciudad, a los pies del fuerte que la defendió y que parece mas bien una casita de muñecas, se ven ibis rojos volar de un lado a otro todas las tardes, entre las seis y las seis y media. Además de extraordinariamente rojos, son muy puntuales. En eso tienen algo de europeos. Y son numerosos. Unos cientos. Ahí en el mismo puerto hay dos orientales sentados con sus redes. Pacientemente las tiran y las recogen, sacando dos o tres camarones por vez. Tienen un restorán  en el mercado y pasan horas buscando camarón para las sopas. Esas sopas que tanto franceses como brasileros o haitianos gustan tanto. Porque si hay algo que comparten los diferentes grupos de Guayana son sus comidas, convirtiendo a este rincón del mundo en un paraíso de quien gusta el turismo culinario. Comida francesa, brasilera, asiática o incluso árabe. Pasear por sus calles es viajar por el mundo de los olores y sabores.

También de la  música, que va desde la tropical bachata -en el mercado vimos unas francesas que tarareaban 'obsesión' del grupo Aventura al vendedor de cds piratas- a sonidos de tambores africanos. El souk (se pronuncia suk) es un tipo de música propio de Guayana y es algo asi como una mezcla entre música afro y bachata. Una expresión propia y bailable.

Y no hay mejor lugar para escucharla y bailarla en toda Guayana que un carbet, un elemento propio de este rinconcito y que fascina a todos. Consisten básicamente en un techo de paja con pilares de maderas donde poner hamacas. Puede ser chico o grande, simple o hasta con aire acondicionado. Los hay en todas partes, cerca de ríos (y repletos de mosquitos), en la selva, a las afueras de la ciudad (incluso dentro, pero pierden la gracia) y son sede de animadas fiestas que duran los fines de semanas completos.

Porque en lo que a diversión se refiere, Guayana tiene lo suyo. Propio y transversal: souk, carbet y, cómo olvidarlo, un preparado de ron blanco, alguna fruta tropical -maracuyá, mango, tangerinas- y azúcar. Quizás, demasiada azúcar.

Y ya que las fiestas duran dos o tres días, se puede tomar una piragua por el río para ver pájaros de todos colores, selva virgen y -son suerte- un escurridizo jaguar.

Pero a pesar de todo lo que tiene para ofrecer este rinconcito del mundo, casi los únicos turistas que hay son franceses europeos, que cuentan con un vuelo directo desde París. Lo desconocido del destino, sumado a la dificultad de llegar (ni siquiera hay puentes que cruzen los ríos que la delimitan) hacen de Guayana un destino poco común para los viajeros. Al menos por ahora.

Pero lo que sí viaja hasta aquí son satélites, que llegan a Kourou, donde esta la sede del Centro Espacial Guayanés. El lugar de lanzamiento es el más cercano al Ecuador del mundo y, en consecuencia, la rotación del planeta es más rápida lo que hace que los lanzamientos sean casi un 20 por ciento mas eficientes energéticamente que el resto. Desde 1980 dos tercios de los satélites comerciales del mundo han despegado de la Guayana Francesa.

Actualmente se lanzan unos dos o tres cohetes por mes, y se puede ir a visitar el centro y ver uno de ellos alcanzando el espacio. Después de una cuenta atrás entre fuego y explosiones, el cohete se despide de la tierra a una velocidad cercana a los ocho kilometros por segundo, tan rápido que hay que elegir entre poder verlo con los propios ojos o tomar la foto. El sonido es ensordecedor.  Hacer la reserva es gratis y te aseguras un puesto a solo un par de kilómetros. El cohete se ve desde toda Guayana.

Y tambien en Kouru, o sea justo en frente, estan  Islas de la Salvación o de la Salud, con playas de mar azul y palmeras, las más lindas del territorio. Un pedacito de caribe paradisíaco que contrasta con las construcciones de la isla:  Las cárceles más duras de la colonia penal. Con piezas a las que no llegaba nunca la luz del día, húmedas y calurosas. Se dice que los carceleros tiraban regularmente comida al mar –muchas veces a los mismos presos- para mantener las aguas infestadas de tiburones.

En una de sus murallas está escrito Papillon (mariposa en francés), el nombre de quien hizo famosas estas cárceles, un francés que paso por casi todas ellas y logró escapar, escribiendo una novela –convertida en pelicula también- basada en su propia vida.

Estos presos –y los de las cárceles de Saint Laurent, las más grandes e impactantes de todas- construyeron una barrio cerca de la frontera llamado Petit Paris, un pueblito que se puede recorrer a pie y que tiene una casa mas linda  que la otra, todas con arquitectura clásica francesa del siglo XIX, interiores en madera fina, palmeras en el jardin. Preciosas y muy bien tenidas, pero poco prácticas para un clima como éste.

Tal como en el resto de Guayanas, por las calles de Petit Paris se ve la arquitectura europea, se siente el olor a comida oriental y se escucha una bachata. Un cruce entre Sudamérica, Europa, el Caribe y Asia. Un lugar sorprendentemente original.


Entrando a Guayana Francesa, en mi mano seguro trucho.

Todo tiene un final...
Guayana Francesa

Dia de mercado en Cayenne,
por alguna extraña razon no pudimos pillar ni aji cacho de cabra ni  papa chilota...

Con Guillaume y Anna en Les Palmistes, Cayenne. 

Puntuales Ibis Rojos volando por la costa de Cayenne.

Almorzando en Laos?
Mercado de Cacau, Guyana Francesa

Mercado de Cacau, Guyana Francesa
Una típica casa creole en Cayenne.



le fromage et le vin (vino y queso francés)
Gozando de las bondades de vivir en la Unión Europea 

Dentro de la mayor prisión que existió en Guyana Francesa.
Saint Laurent

Saint Laurent

Saint Laurent

"Papillon"
Acá estuvo retenido el celebre escapista francés

Saint Laurent

Petit París
Este es el pueblo de Saint Laurent fuera de la carcel

Petit Paris

Huyamos! Se avecina la tormenta


Suriname
Ex Guyana Holandesa

   Por primera vez en el viaje tuvimos que pagar un seguro, y fue al entrar a Surinam (y eso que supuestamente es obligatorio en todos los paises, e incluso el de guyana francesa costaba 200 euros, pero pasamos cualquier papel en español diciendo que era el seguro). 

   Otra sorpresa que nos deparaba la frontera entre Surinam y Guyana fue la noticia de que otro chileno había pasado por ahí el día anterior a nosotros y en... bicicleta. Sí, nosotros jurándonos bakanes por llegar hasta allá en auto y Héctor partió pedaliando solito.

   Nos fuimos de una a la capital, cerquita de la frontera (en realidad todo queda cerca de las fronteras porque el país es enano). Aquí nos enfrentamos a manejar por la izquierda, cuestión que nadie te avisa ni te advierte, hasta que te topascon otro auto de frente. Justo el día que llegamos era la fiesta de los maroons en la plaza principal. Tambores, música y comida africana en medio de personas negras vestidas de todos colores bailando entre palmeras. Los marrons son negros esclavos que escaparon a la selva y siguieron viviendo como lo hacían en África. Y algunos  siguen así hasta hoy.

   Paramaribo, la capital, nos encantó. Y tuvimos la suerte de quedarnos en la casa de nuestro amigo Marco que nos mostró la ciudad, sus amigos y compartió con nosotros todo -toodo- lo que sabía de este lugar y del caribe en general. Gracias a Marco pudimos conocer cada rincón de la ciudad, restoranes exóticos, las afueras de Paramaribo, bañarnos en el río y aprender a cocinar la verdadera pasta italiana, entre muchas otras cosas. Fue tanto lo que nos gustó estar ahí que el día que al fin decidimos irnos (con un atraso de varios días) el bonga simplemente no quiso partir, obligándonos a quedarnos un día más. Gracias Bongalette. Y gracias Marco. Ahora vamos a Chile a comprarte una buena botella de vino chileno -quizás más de una- para atenderte como te lo mereces cuando vengas. La verdad es que bucamos algo para dejarte un regalo antes de irnos pero no pillamos nada que nos convenciera y no queriamos regalarte cualquier cosa.

  Surinam es un lugar donde conviven y comparten todo tipo de gente, pero mas que nada orientales. Seguramente es la única parte del mundo donde se puede encontrar una mezquita compartiendo muralla con una sinagoga, a una cuadra de un templo hindú. Y la ciudad, la parte antigua, es toda de madera, tipo holandés. Encantador.

   Y no podíamos irnos sin encontrar al ciclista chileno, Héctor. Salimos a tomar una cervezas con él y un grupo de amigos de todos lados del mundo. Terminamos bailando y comiendo platanos fritos con salsa picante de maní a la orilla del río.

   Con pena, dejamos Paramaribo y nos fuimos a New Nickery para cruzar a Guyana. 



Arte Surinames o artilugios vodoo?
Camino Albina-Paramaribo

I love SU
Me lovi SU

Maroons
Paramaribo

Paramaribo

Plaza de las palmeras
Paramaribo

Plaza de las palmeras
Paramaribo

Esto solo se ve en Parbo, La mezquita principal junto a la mayor sinagoga de Suriname.
One people, one nacion, one destiny
No war

Paramaribo

Restaurante Javanes en Paramaribo
Con Marco,(Suiza-Italia) Lurdes (Bolivia) Mirjam (Holanda) 

Marco

Primer dia dia de pesca en Suriname!
En este rio suelen pescarse Peces de 2 metros!!
Luego de dos horas con la carnada en el agua pica el mayor ser que jamas haya visto...
Resultado: Caña rota, Linea cortada, perdida de anzuelo y moral por el suelo

El primer cliente del primer club de yates del rio Suriname en Suriname.

Con Hector paseando por el centro de Parbo luego de una noche de musica souk y Parbo Beer.

domingo, 28 de octubre de 2012

Lo ultimo de Brasil:
Praia da Pipa - Oiapoque


Vista desde nuestro spot en Praia da Pipa.

Praia da Pipa, Brasil.

Canoa Quebrada es un balneario taquillero del nordeste brasilero. Apenas llegamos se nos acerca el doble del Negro Piñera en moto. Era chileno. Nos quedamos en su sitio, junto a Zoiño, de unos sesenta años, pelo largo y amante del reggae. Ahí conocimos a muchos, casi todos artesanos y extranjeros que llegaron aquí cuando esto era un pueblo de hippies.

Zoiño justo estaba empezando su negocio: Un puesto en la carretera con cocos helados. Al principio no le fue muy bien, pero después le recomendaron poner un cartel afuera (es dificil que la gente pudiera adivinar que ahí vendían cocos) y consiguió sus primeros tres clientes en un solo día! Sólo falta alguna silla o una mesa para atender a los clientes y, quizás, bajar los precios porque el coco está al doble que los de la playa misma...

Zoiño, Beto Chileno (el doble del negro Piñera) y sus amigos practican la doctrina del Santo Daime. Todos los 15 y 30 de cada mes se juntan a tomar ayahuasca y meditar. Es una doctrina eclectica, que aunque mayoritariamente cristiana tiene algunas peculiaridades: Creen entre otras cosas en la existencia de la Familia Atlantis, que modificó genéticamente al mundo entero para que no pudiéramos comunicarnos por telepatía. Tampoco toman agua de la llave porque los Atlantis atontan a la población con exceso de fluor. Y también creen que Obama, Bush y Clinton tienen el mismo ADN.

Todos ahí son muy amistosos, fuimos a la playa del reggae, a comer azaí, a recolectar castañas de cajú, cocinamos chapatís y guacamole. También trataron de enseñarnos a hacer artesanías para que nos ganáramos unos pesos. Pero en menos de media hora de clases rompimos cuatros sierras... reprobamos el curso de trabajo en coco.

El sitio donde dormimos estaba lejos del mar, pero tenía buenos árboles con sombra para tirar las hamacas y estábamos muy bien acompañados. Hippie, una perrita rubia, durmió en la puerta del auto todos los días. Y en la mañana, llegaba una familia de monos a jugar con el parabrisas del auto, usándolo como resbalín.

Levantense! queremos bananas.
Canoa Quebrada,Brasil.

Tostando castañas de Cajú.
Canoa Quebrada, Brasil.

Zoinho, en busca de materiales (al ritmo de alguno de los Marley) .
Canoa Quebrada
  
Nuestro aporte al negocio, esta revolucionaria idea dispararia al infinito las ventas.

De ahí partimos a Jericoacoara, pasando por Fortaleza a comprar todo lo necesario para celebrar el 18 de Septiembre.

Llegamos a Jeri en nuestro propio auto. Toda una hazaña. Atravesamos más de 20 kilómetros de dunas con un tipo al que le pagamos y que conocía todas las pasadas. Una vez ahí, nos instalamos en la calle principal y prendimos parrilla. Choripanes, carne, ensalada chilena. Sólo nos faltó el pisco.

Apenas habiamos terminado el asado cuando un buggy se nos acerca, era Christian, un chileno que trabajaba como instructor de kite (pero que vivia hace 20 años en Italia), su polola -una italiana, otra razon que explica el mal español de Christian- y una chica chilena que estaba tomando clases. Ellos nos presentaron a mucha gente en Jeri, y nos explicaron como funcionan las cosas en esta taquillera aldea global. Acá vive gente de todo el mundo, pero cuando se trata de trabajar son solo los locales quienes pueden ser instructores de kite o de winsurf, para los gringos esta vetado ¿y el Christian?...bueno tuvo que aprender moai tai. Aparte de esos roces en Jeri reina la paz, en sus calles de arena se pueden encontrar algunos de los mejores restaurantes que vimos en todo Brasil, bares, carritos que venden tragos todo el dia y toda la noche, tiendas, artesanos, ferreterias, escuelas de kite, etc... y pareciera que todo encaja en este lindo pueblo. Por el dia el pueblo se traslada hacia los spots de windsurf o de kite, en las tardes todos suben a la hermosa duna "por do sol" a ver la puesta de sol y al descender en la playa comienzan a formarse las rodas de capoeira que entre tambores y picadas del birimbao acompañan a quienes "bailan" en esta magica arte marcial. De todas las rodas que vimos las de Jeri serian las mejores. Por las noches las calles del pueblo (que durante el dia estan desiertas) se llenan de vida y los carritos de trago parecen multiplicarse al igual que la diversidad de combinados que en ellos venden. Conocimos mucha gente que vivia ahi, y al parecer por dos razones: el viento y la tranquilidad. tiene una playa preciosa, grande y con el viento preciso para practicar windsurf o kitesurf. Si nos preguntan en cual de lugares que conocimos viviriamos, sin duda Jeri seria uno .

Para salir de jericoacora nos tiramos a choros. No quisimos pagar guía y juramos haber recordado por dónde ir. Gran error. Quedamos pegados a 50 cm del mar. Por suerte, la marea estaba empezando a bajar. Nos tiró un jeep y al final llegamos sin problemas. Pero el susto que pasamos no valió el ahorro.

Antes de volver a la carretera pasamos por Lagoa Azul, a una media hora de Jeri. Les dejamos un par de fotos que hablan por sí solas:



18 de Septiembre, ramada "La Bonga"
Playa de Jericocoara

Zona dde Windsurf, Jeri.

Jericoacoara, al fondo Por do Sol

Jericoacoara

Atardecer en Jeri

Se fue el sol y el viento, vuelta a casa y tomarse un combinado.

Adios Jeri


Estos son los caminos que llevan a Jericoacoara... Solido Bonga!


Lagoa Azul, nuestra ultima parada antes de dejar Jeri, para botar el stress.

Y de ahí partiríamos a Barrerinhas. ¿Qué camino elegir? 700 kilómetros de carretera o 100 de camino de tierra? Nos inclinamos por los 100. Lástima que no fuera tierra, si no arena. Cuando ya íbamos en la mitad del camino la gente empezó a decirnos que volviéramos porque el auto no llegaba hasta Barrerinhas, pero... ¿podía volver? No, no podía ser peor pensamos. Y nos equivocamos. Kilómetros de arena suelta, 40 grados de calor, en la mitad de la nada. Sí era un lugar muy bonito y aparecían, de vez en cuando, un par de casitas donde vivía gente súper aislada de todo. Una familia nos invitó a unas cervezas. Ellos habían ido una vez en la vida fuera de ahí, justamente a Barrerinhas.

Y ya el último tercio fue empujar y empujar. Tanto, que hubo desmayo y todo. Pero ¡grande Bonga no falla! se la pudo con los 100 km de arena (en bastaaantes horas, pero son detalles). Cuando faltaban unos 4 kilómetros para llegar a la carretera paramos a echar aire a las ruedas con el compresor. Pero el auto no volvió a partir. Ahí nos sentamos a esperar por horas. Se hizo de noche y entró una cucaracha voladora a la casa que nos hizo pasar un buen susto (sí, no solo son gigantes sino que además vuelan las muy chanchas). Hasta que por fin pasó alguien. Y justo era EL mecánico de Barrerinhas. Era un problema eléctrico que resolvió en cinco minutos y ya. Qué día.

De Barrerinhas nos fuimos en un jeep al parque Lencois Maranheneses, unas dunas infinitas blancas como la sal. El jeep lo compartimos con una particular familia rusa que llevaba al patriarca vestido de pantalón de tela, camiseta blanca manga larga, suspensores rojos, humita y un pañuelo en la cabeza. El parque muy bonito, y entre las dunas aparecían lagunas azules, cafés y verdes.
También de Barrerinhas tomamos un bote y tomamos río arriba hasta el mar. Ahí hay otras dunas, los pequeños Lencois, también bien bonitos.

Relajandose camino a los pequeños Lencois

Parque Nacional Lencois Maranhenses, esta es la epoca seca, pero normalmente esas manchas son lagunas de diferentes colores. Cuando estuvimos nosotros solo quedaba una con agua en la cual chapotiamos.

Barrerinhas

Al fondo se ve la punta de los pequeños Lencois, aqui seria lo ultimo que veriamos del mar en Brasil.

Atajos hacia los pequeños Lencois.


San Luis es una ciudad antigua, como Salvador. Ese fue nuestro siguiente destino. Recorrimos el centro histórico y el mercado, donde habían cosas muy ricas pero preparadas sólo para valientes.

De ahí manejamos hasta Belem, ciudad a los pies del Amazonas que debíamos cruzar para seguir al norte. Lamentablemente, no pudimos conocer mucho ahí porque el bote que conseguimos salía el mismo día y era considerablemente más barato que las demás opciones. Además, nos llevaba gratis a los dos, como si fuéramos parte de la tripulación en un bote de carga que no acepta pasajeros. En vez de 24 se demoraría 44 horas, pero todas las comidas venían incluidas... lamentablemente. Casi una semana estuvimos enfermos de la guata después de este all inclusive.

Esas 44 horas pasaron particularmente lento. Dormimos en una terraza con todo el resto de la tripulación que, a juzgar por su actuar, no están acostumbrados a ver mujeres. La segunda noche, en medio de una tormenta, gran parte de la carga cayó al río. El mismo capitán en calzoncillos tuvo que tirarse al agua a recogerla y pedir ayuda a los demás botes que iban pasando (aunque algunos se robaban las cosas¡!).

Pero lo importante fue lo lindo del camino. Cruzar el Amazonas a lo ancho (probablemente en el punto mas ancho), entre islas que iban apareciendo y que ensanchaban o achicaban nuestro camino. Vimos casas de madera donde viven indígenas que se acercan a saludar en sus canoas, o a vender alguna cosa, o a pedir. Precioso.

Amazonas

Amazonas

Se acerca la tormenta en el Amazonas.

Atardecer en el Amazonas
 
Al otro lado del amazonas está Macapá. Ahí nos esperaba Cleber Barbosa, un jeepero al que habíamos escrito un par de semanas antes de partir para preguntar por el estado de la ruta. Ahí nos contó que tenía un programa de radio y nos pidió una entrevista.

Y ahí estábamos, al día siguiente de nuestra llegada en vivo por la radio fm de Macapá. Ensayando el portugués aprendido. Pero qué sorpresa ahí mismo en el programa cuando nos pasan el diario del día y vemos una foto nuestra, sí nosotros!, a media página. Anunciaban nuestra llegada, al parecer todo un acontecimiento para este estado de Brasil al que sólo se puede llegar cruzando el Amazonas o viniendo de Guyana Francesa.

Después de esto nos llovieron las invitaciones. Partimos con un día en Lancha, tomando cachaza y cerveza y conociendo las islas de alrededor. Seguimos con un almuerzo tradicional, con camarones, filorte (un pescado, no un mojon de este porte) y helados de todos los sabores.

Al día siguiente... de nuevo estábamos en el diario

Y las personas de allá, todas increíbles. Nos llevaron a un kilombo, un lugar que fue el refugio de los esclavos escapados y que hoy es un pueblo sólo de negros. También fuimos al cumpleaños de un jeepero con música en vivo, parrillas llenas todo el día y trago a destajo. Ahí el público pidió retratarse con nosotros como homenaje.

Antes de partir fuimos a comprar un par de repuestos, un ventilador y revisar si es que el aire acondicionado tenía solución. Pero todo fue gratis, y para agradecer pegamos una calcomanía del benefactor en el Bonga. Portela (el que nos regaló las cosas) y su amigo John Lennon (así se llama) nos invitaron a un río cerca de ahí a bañarnos, hacer un asado y dormir en hamacas en un lugar precioso, lleno de tortugas. Y así nos despedimos de Macapá.

Y tomamos el camino hasta Guyana Francesa. Con una naturaleza increíble y con un par de casas de madera a la orilla del camino. En algunas, había mujeres indígenas sin polera ni nada arriba. A la vieja usanza.

Después de 500 kilómetros llegamos a Oiaipoque, separado de Guayana Francesa por un río no muy grande. Ahí pasamos la noche, nos comimos nuestra última hamburguesa brasilera (última de muchas, miles) y nos embarcamos en un bote rumbo a Francia.

"Bueno Cleber, dejame decirte un par de cosas sobre las conjeturas macroeconomicas de los paises en la UE, y su relacion con el aumento que observamos en los mercados de New York "

Aunque no lo crean, si se puede parar un huevo en la linea del Ecuador.

Amazonas desde el malecon de Macapá

Cumpleaños de uno de los jeeperos de Macapá

Bonga SuperStar

El puente que une  Brasil y Guyana Francesa esta listo, pero aun no ha sido abierto en el lado brasilero. Misteriosamente el dueño de los ferries que cruzan el rio es el principal activista del actual prefecto.

Bonjour Le France