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miércoles, 17 de abril de 2013

Nicaragua


NICARAGUA




Apenas entramos a Nicaragua nos fuimos a la playa. Maderas se llamaba y quedaba cerca de  San Juan de la costa.  Maderas es sólo una playa, sin pueblo. Sólo hay un restoran y un camping. Todos los que llegan hasta acá -incluidos nosotros- vienen en busca de olas. Nada más que eso. Después de  dos noches aquí fuimos a echar un vistazo a los alrededores y a conseguir un ticket para cruzar a la Isla de Ometepe (suena fácil pero fue todo un trámite).

Ometepe es la Isla dentro de un lago más grande del mundo. Es tan grande que cuando la ves o estás en sus playas pareciera que te bañas en el mar, pero de repente tragas un poco de agua y te acuerdas de que te estás bañando en el lago Nicaragua. El lago tiene tiburones de agua dulce y olas no tan inocentes como las de cualquier otro lago.

Llegamos a la isla de noche -conseguir un ferry para nosotros y el auto fue un caos-y nos tiramos  hasta el pueblo Moyogalpa. Ahí no sabíamos dónde dormir, hasta que vimos a la orilla del camino a un anciano señor enseñándole a los nietos a tocar guitarra. Ante tan paternal imagen, fuimos a pedir que nos dejaran pasar la noche en el estacionamiento de la casa. Y así fue.

Al día siguiente dimos la vuelta a la isla, rodeando los dos volcanes perfectamente cónicos que la forman. En el paseo vimos bastantes petroglifos y un punto de venta de viagra natural (o huevos de tortuga en peligro te extinción). Para pasar el calor nos fuimos a tirar un piquero al ojo de agua, impresionantemente bonito. Terminamos el día en un bar, donde conocimos a un argentino que, como todos los argentinos, era dueño de los mejores datos a seguir en nuestra ruta. Papel y lápiz y ya está. Información archivada. A ver qué tal nos va con ella.


Vista al volcán Concepción, isla de Ometepe

Ojo de Agua, Isla de Ometepe

Ojo de Agua, Isla de Ometepe

Volcán Concepción desde el volcán Maderas, Isla de Ometepe


De vuelta a tierra firme nos fuimos a conocer un par de ciudades coloniales. Apenas entramos a Granada conocimos a Oscar, otro argentino (que novedad!) que viajaba en casa rodante solo. Después de probar las delicias locales a un precio ridículamente módico nos fuimos a recorrer la ciudad y el mercado, donde encontramos todo tipo de animales disecados o embalsamados. Compramos un monedero hecho de piel de sapo, con cabeza y todo incuido. Pasando a temas más culturales, visitamos también un museo donde vimos unas estatuas de piedra, algo así como los moais de Pascua, una maqueta grande de la ciudad y muchas pinturas de artistas locales.

La otra ciudad colonial que visitamos fue León, a donde nos quedamos de juntar con Oscar, el argentino que anda en casa rodante. Nunca llegó. Nunca más lo vimos.  Camino a León pasamos por las afueras de Managua, la capital. Como toda periferia, se veía caótica, sobre todo si tomas el camino equivocado como nosotros. En León seguimos los pasos de su ciudadano ilustre, Rubén Darío, con un vaso de jugo de arroz en la mano (delicia local. demasiado local).


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