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sábado, 9 de febrero de 2013


VENEZUELA

Venezuela, el país donde llenas el estanque de bencina con menos de cincuenta pesos chilenos. Pudimos llenarlo pocas veces porque sólo nos dieron ocho días de permiso para estar dentro. ¿Por qué? Un papel, un trámite y esas latas... Al entrar nos dijeron en la aduana que nos devolviéramos unos mil kilómetros para, quizás, comprar un seguro que necesitábamos. No íbamos a retroceder: paint, word y el copy-past del ciber café más cercano (y con impresora, muy importante) nos entregaron el seguro gratuitamente. Lástima que sólo por ocho días, así que nos pusimos a andar medio apurados.

Pequeña aldea indigena en la gran sabana Venezolana, pasariamos la noche en otro muy parecido pero con una cascada, serian ellos los primeros venezolanos que conoceriamos.

Pero rápido nos dimos cuenta de que es imposible andar de prisa. Si bien el diesel era casi gratis, la verdad es que pagabas eso con tu tiempo: una y otra vez nos paraban los militares a revisar el auto, a pedir papeles o simplemente a quedarnos mirando el techo esperando a que nos dejaran pasar (cuestión que puede apurarse con un par de monedas... pero preferimos esperar cada vez).

Conseguir bolívares fuertes (la moneda venezolana) a la mala es fácil: andan tipos con las manos llenas de billetes corriendo por las calles para cambiarte. Nos dieron el triple que el cambio oficial, asi que no hay quejas. Nos enteramos que ahora te dan cinco veces eso si! Nos creímos millonarios con lo que nos habían dado, pero la verdad es que tampoco era tanta plata porque la inflación es tal que los precios eran, en promedio, el triple de lo que indicaba nuestra guía, la lonely planet, de hace dos años.

Gran sabana Venezolana, sin duda un lugar único


Pero igual nos alcanzó para pagar cada noche un estacionamiento cerrado o un camping para dormir, salvo el primer día que dormimos a los pies de una cascada con una comunidad indígena de la Sabana Venezolana, nuestro lugar favorito del país, por su tranquilidad, sus cielos de todos colores y su paisaje parecido a la patagonia argentina, aunque un poco más verde,  con cerros altos y acantilados de roca.
Y menos mal que dormimos en lugares seguros. Sólo un ejemplo: el recepcionista del hotel donde dormimos en Maracay (la verdad es que dormimos en el estacionamiento no más, pero sonaba más lindo así) terminaba su turno a las 9 de la noche y vivía a cinco cuadras de ahí. Sin embargo, pasaba la noche durmiendo sentado en un sillón en vez de caminar esas cuadras por miedo. Y eso es lo que vimos: miedo. Miedo a la delincuencia, a la inseguridad. También conocimos a más de uno que fue víctima de un secuestro exprés, como le llaman.  Como su nombre lo dice, se trata de un secuestro que dura poco, siempre y cuando los familiares lleguen de inmediato con la plata que se les pide.

Gran sabana Venezolana


Pero bueno, además de todas estas particularidades, en Venezuela encontramos gente amable y lindos paisajes. Aunque cruzando desde Santa Helena (extremo suroriente) hasta Maicao (la otra punta; el noroeste) en sólo ocho días somos conscientes de que nos faltaron muchos lugares por recorrer y cuestiones de todo tipo por descubrir.

Venezuela



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